por María Eugenia Nocioni
A principios de febrero de 2024, recibí un mensaje que me abrió un mundo nuevo.
Era de Firu Álvarez, quien me contaba sobre una obra que estaban gestando, sobre un grupo grande, hermoso y caótico de actores y actrices que hacía tiempo venían trabajando juntos. Me habló de la compañía Tuercas Sueltas Teatro y de una obra escrita por él que estaba tomando forma: Hermosa Mente Caótica. Después, la dirección continuaría en manos de Valentina Pioli, con la misma intensidad humana y creativa.
Me compartieron el texto. Lo leí. Lo estudié.
Y desde ese momento sentí que, si quería maquillar esos personajes, tenía que conocer no solo los personajes y sus rostros, sino que comprender el universo emocional y político que los sostenía.
Los ensayos
Fui a varios ensayos. En algunos, para ver cómo se iban encarnando los personajes.
En otros, para observar el vestuario, cómo se movían esos cuerpos en escena, qué pedía cada personaje, qué decía su postura, su energía, su tono.
Y ahí vi algo que me conmovió profundamente: el tiempo, la entrega y la sensibilidad que exige construir una obra de teatro popular.
Ensayos semanales, larguísimos, en los que se ponía el cuerpo: el cansancio, la alegría, las dudas, la intensidad emocional, la vulnerabilidad y la potencia.
Vi la apuesta por una obra que no cumple ningún estándar comercial ni busca agradar.
Una obra provocadora, surrealista, delirante, incómoda, bella e inquietante.
Una obra que te mueve, que te pide pensar.
Vi también algo que hoy escasea: una grupalidad enorme, sostenida a pulmón, con once actores y actrices de distintas edades, experiencias y recorridos, más los roles auxiliares y técnicos —entre ellos, yo.
Tuercas Sueltas es un colectivo intergeneracional que elige seguir construyendo en conjunto, en una época donde lo colectivo parece “pasado de moda”, donde los proyectos culturales tienen que justificarse con resultados económicos, donde el arte muchas veces no encuentra el cuidado que merece.
Y sin embargo, ahí estaban.
Sosteniéndose. Y sosteniendo la obra.
Eso —me di cuenta— ya era un acto político.
Lo político de lo colectivo
Sí, Hermosa Mente Caótica es política en su contenido, en su estética, en su apuesta escénica.
Pero también —y quizás sobre todo— es política en su modo de producción.
Sostener un grupo tan numeroso,
durante tanto tiempo,
en un contexto adverso,
prácticamente “por amor al arte”,
es un posicionamiento político.
Un mensaje claro en medio del ruido social, fragmentación e individualismo.
El teatro popular tiene esa fuerza:
la de recordarnos que todavía es posible construir sentido entre muchos.
Y yo aprendí eso viéndolos trabajar:
que la cultura, la comunidad y la grupalidad siguen siendo trinchera,
siguen siendo hogar y refugio para esas “hermosas mentes caóticas”
que encuentran en el arte una forma de vivir y de resistir.
Un descanso nunca es fracaso
Hoy el grupo decidió tomarse un respiro.
Un descanso necesario.
Un momento para pensar, para cuidar lo construido,
para sanar lo que se desgastó.
Eso no es un fracaso.
Eso es parte del proceso vital de cualquier colectivo artístico.
A veces también es político decir:
“necesitamos parar para volver a encontrarnos” “o necesitamos parar para cuidar lo construido hasta acá”
Lo que viví con Tuercas Sueltas Teatro no se va a borrar.
Se queda conmigo, y supongo que en cada uno de ellos, como una marca,
como un aprendizaje profundo,
como una emoción que vuelve cada vez que pienso en esos ensayos, en esas presentaciones, en esas once presencias tan distintas, tan intensas, tan humanas.
Me llevo el valor de lo colectivo.
La ética del cuidado.
El amor al teatro.
La belleza de lo caótico.
La potencia de lo popular.
La certeza de que el arte siempre deja una huella.
Y me llevo, sobre todo, una gratitud enorme
por haber sido parte de una obra que apuesta por la vida, por el caos hermoso,
por lo que se sostiene entre muchos,
por lo que se construye con cuerpo, sensibilidad y deseo.





















0 Comentarios